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Rosa Velázquez Arancibia: “Una vida de amor por el mar y su familia en la Caleta San Pedro de La Serena”
Toda la vida y la de su familia ha estado ligada al mar y a la recolección de machas; es la historia de Rosa Velázquez Arancibia, una machera de Caleta San Pedro en la comuna de La Serena. Una mujer de 55 años que hoy por temas de salud y por cuidados a familiares mantiene en pausa su trabajo, sin embargo, sus deseos de salir a la recolección de este producto marino se mantiene intacto.
Rosa es integrante de una familia en la que todos; o en su gran mayoría se dedica a trabajar en el mar, ya sea en la recolección de machas, pesca o el buceo. Es hija de Rosa Arancibia Godoy y Armando Velázquez Godoy; pareja que tuvo 10 hijos, 5 hombres y 5 mujeres, en donde Rosa, nació en cuarto lugar. Hoy, de todos los hijos 6 se encuentran activos dedicados a este mundo del mar.
No es extraño escuchar a Rosa afirmar que desde su niñez, sus historias y recuerdos estén centrados en este rubro, ya que según la historia que se cuenta de Caleta San Pedro, ella y sus hermanos son parte de la generación actual de una de las familias que fundó a esta localidad costera de la comuna de La Serena.
Se cuenta que por el año 1854 cuatro familias (los Velázquez, los Munizaga, los Contreras y los Godoy), quienes buscando una forma de subsistencia en las machas, ostiones y almejas, se instalaron, sin saber que con ello fundaban una “caleta”. Años más tarde, en 1930 un sacerdote, el Padre Donosio, levantó en el lugar una capilla donada por el Arzobispo de La Serena, con una imagen de San Pedro y así el lugar recibió su nombre.
Entonces, Rosa recuerda que “nosotros íbamos al colegio en la mañana y en la tarde mi mamá se iba a las machas, dejábamos todos los cuadernos botados aquí – señalando el living de su casa- y nos íbamos a trabajar, a ayudar a mi mamá a trabajar en las machas con mi papá”, no obstante, sus inicios como tal, son a partir desde que ella tiene 15 años.
Trabajo en equipo
Rosa nos explicó que actualmente “estamos trabajando en Cuatro Esquinas en la Avda. del Mar, por allá vamos a las machas. Lo que llevamos son trajes de baño, dos calzas, que uso yo; una chaqueta de buzo, esa que usan los hombres y un chinguillo manero, que es una malla negra que tiene un arito y va con un manguito, ese manguito uno lo pesca como una bolsa para guardar las machas”, especificó.
Una vez en la playa con todos los implementos “uno entra al agua y con los pies va escarbando y cuando uno toca algo va sacando y las echa al chinguillo”, añadió.
Junto a sus hermanas, la Fanny y la Hilda “siempre andamos trabajando juntas, siempre las tres juntas todo el tiempo es una costumbre”. E incluso poseen un lenguaje entre ellas para apoyarse cuando alguna encuentra un sector donde existe más cantidad de machas. “Oye, dice, aquí hay poca macha, vamos para allá y cuando hay macha, siempre tenemos una señal, yo levanto una mano, mi hermana silva, ya tenemos esa costumbre”. Entonces, “nos ayudamos siempre juntas. Y cuando una se enferma y vamos dos a las machas, le sacamos la cuota a la otra hermana” cuenta con orgullo.
Rentabilidad y las dificultades
El trabajo de la recolección de machas se realiza los lunes, los miércoles y los viernes por turnos y deben cumplir con una cuota según los pedidos que existan. “Cuando hay muy poco pedido, las cuadrillas se van por listado lo mandan por WhatsApp donde nos indican las personas que tienen que salir cuando hay muy poquita macha. Y si no hay pedido, no trabajamos, puede pasar una semana o dos semanas sin trabajar, y debemos acudir a los ahorro nomás, pues”, lamentó.
Otra de las dificultades que manifestó Rosa es que “hay machas, sí, pero lo que pasa es que está muy chica. Y no nos sirve a nosotros la macha chica. Tenemos que sacar la macha con un tamaño de 6,3 cm, lo que seleccionamos cuando llegamos al acoplo, elegimos toda la macha grande y todas las chicas se van en unas bandejas y se devuelve a la mar”.
Ya en el proceso de venta Rosa contó que “los compradores van y dicen, yo quiero 200 kilos, el otro yo quiero 300. Le vendimos a una fábrica que tenemos también ahí, sin embargo, la problemática del robo de machas a veces las deja en incertidumbres, ya que les afecta tanto en la cantidad de kilos que recolecta como en los ingresos finales. “Nos complica cuando existe el robo de macha, porque se bajan los pedidos a 7 kilos, 6 kilos, pero sumado a eso nosotros tenemos que pagar el flete y terminamos ganando a la semana 20 lucas”, afirmó.
Con respecto a la cooperativa y gremios a los que ella pertenece no quiso hacer referencias.
Su familia es fundamental
Desde el inicio de la conversación Rosa siempre dejó en claro que para ella la unión familiar y la presencia de cada uno de sus integrantes, ha sido fundamental, su vida siempre ha girado entorno a su madre y su padre, sus hermanos y su hijo de 35 años.
“Tengo un hijo que es especial. Él no camina y le cuesta hablar, pero se maneja solo, pues en el celular, se maneja en su televisión, la música, él se maneja solo. Estuvo en la Teletón muchos años, en Santiago, después acá en Coquimbo, y después le hicieron unas pruebas y salió bien y le dieron el alta, es muy habiloso”, comentó orgullosa.
Por sus padres, demuestra un amor incondicional, si bien sufrió la pérdida de su madre aproximadamente un año, siempre guarda los buenos recuerdos y las palabras que ella le decía en los momentos que llegaba después de trabajar, “yo lo primero que hacía era saludar, hola mamita, ¿cómo amaneciste? Sí, bien hija. Y yo corría, lavaba mi traje, le hacía aseo a mi hijo, le cambiaba ropa, dejaba todo listito, venía para la cocina preparaba el desayuno de mi mamá, le hacía aseo rápido, mientras, ella siempre me dijo, si algún día yo me muero, cuida a tus hermanos y a tu papá. Y yo le decía, ¿por qué?, entonces ella respondía: No, cuida a tus hermanos y a tú papá”, relató con un poco de emoción.
En cuanto a sus hermanos y hermanas, también expresa el cariño que les tiene pese a que a veces existen diferencias, está el equipo que forman con sus hermanas Hilda y Fanny cuando salen a trabajar, con sus hermanos Lorenzo, Javier y Orlando. “Ellos son allegados a mí, todos mis hermanos. Yo me enfermo y ellos andan preocupados, yo estoy agradecida de mis hermanos”.
Por otra parte, con Armando su padre que hoy tiene 85 años, tiene una relación de admiración y apoyo mutuo, él quien también fue toda su vida recolector de machas dejó de trabajar en el rubro hace unos 10 años por temas de salud, sin embargo, ella confiesa que hay ocasiones en las que él mantiene sus deseos de salir a trabajar. “Yo creo lleva menos años en los que ha dejado de trabajar porque, cuando nosotros íbamos a trabajar por acá, frente a las casas. Y él igual se iba a meter y le decíamos, ¿para qué se va a meter? Ya no está para estar trabajando ahí en la playa ya”.
Con su padre también comparte el gusto por la jardinería y la huerta, que es otra de sus pasiones cosechar sus propias verduras y plantar cláveles para su madre.
Expectativas del rubro machero
Con respecto a los deseos a futuro y lo que espera del rubro, es que “las instituciones se pusieran una manito al corazón y que vieran el trabajo que tienen las mujeres de mar y los hombres de mar, que las autoridades se acercaran y vieran cómo trabajamos. Porque hay muchas mujeres que trabajan en las algas, que andan en bote, u otras acciones con el güiro. Y junto con ello, también que se generen medidas que pongan un alto al robo de machas, contar con más apoyo de fiscalización en las playas”.
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